Jn 11, 19-27
Hoy celebramos a Marta, la hermana de Lázaro y María, una de las más cercanas amigas de Jesús, que le abría su casa como un oasis para restablecerse de sus fatigas apostólicas.
Con frecuencia la encontramos atareada, haciendo labores del hogar para ofrecerle a Jesús lo mejor de su casa.
Me hace recordar a tantas mujeres que hacen la labor callada de la casa, que limpian, que remiendan, que retocan y que logran dar al hogar esa especial sensación que, aunque sea sencilla y pobre, proporciona la paz y de armonía.
Trabajo callado, casi siempre mal retribuido o poco reconocido en las familias. Su esfuerzo convierte cualquier habitación en un verdadero hogar.
Cuando se ha tratado de buscar una revaloración de la dignidad de la mujer, del respeto a sus derechos y de su oportunidad de superación en igualdad de circunstancias que los hombres, se han mirado estas labores como si fuesen degradantes, “de sirvienta”, y se ha menospreciado. Creo que al contemplar a Marta hoy tenemos la oportunidad de dar el justo valor a este callado trabajo, darle todo su sentido y mirarlo con respeto y dignidad. No podemos menospreciar este trabajo y se tendrá que hacer mucha conciencia para entenderlo como una realización de la persona, pero también con las exigencias de respeto, de justa retribución y reconocimiento.
Pero junto a este trabajo que hace Marta, hoy nos da una gran enseñanza: al contemplar la muerte de su hermano durante la ausencia de Jesús se atreve a hacer el reclamo que está en su corazón: “Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano”. Es la convicción de que ante la presencia de Jesús no cabe la muerte pero que no entiende cómo Jesús haya podido estar ausente durante el paso del hermano. Jesús la lleva mucho más allá. No basta el consuelo de la presencia, la fe es más profunda y más comprometedora: habrá la resurrección plena y total para el que cree. Y Marta es capaz de hacer esta profesión de fe desde lo profundo de su corazón: “Sí, Señor. Creo firmemente que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios”. Así Marta se convierte no sólo en modelo de la mujer trabajadora y creativa, sino se convierte en modelo de todo creyente, que más allá de la muerte entiende que Jesús es el Mesías que puede dar la vida plena.