Lc. 1, 57-66.
La figura de Juan Bautista no es siempre fácil de entender. Cuando pensamos en su vida es un profeta, un hombre que fue grande y luego termina como un desgraciado.
Entonces ¿quién es Juan? Él mismo lo explica: «Yo soy una voz, una voz en el desierto», pero es una voz sin Palabra, porque la Palabra no es Él, es otro.
He aquí cual es el misterio de Juan: Jamás se apodera de la Palabra, Juan es aquel que indica, aquel que señala.
El sentido de la vida de Juan es indicar a otro… Juan era el hombre de la luz, llevaba la luz, pero no era luz propia, era una luz reflejada. Juan es como una luna y cuando Jesús comenzó a predicar, la luz de Juan comenzó a disminuir y a apagarse». Voz no Palabra, luz, pero no propia.
La Iglesia existe para proclamar, para ser voz de una Palabra, de su esposo, que es la Palabra. Y la Iglesia existe para proclamar esta Palabra hasta el martirio. Martirio precisamente en las manos de los soberbios, de los más soberbios de la Tierra.
Juan podía hacerse importante, podía decir algo por sí mismo… sólo esto: indicaba, se sentía voz, no Palabra. El secreto de Juan. ¿Por qué Juan es santo y no ha pecado? Porque jamás, tomó una verdad como propia. No quiso hacerse ideólogo. El hombre que se negó a sí mismo, para que la Palabra descienda.
Y nosotros, como Iglesia, podemos pedir hoy la gracia de no convertirnos en una Iglesia ideologizada…
La Iglesia debe escuchar la Palabra de Jesús y hacerse voz, proclamarla con coraje. Aquella es la Iglesia sin ideologías, sin vida propia: la Iglesia que es el misterio de la luz, que tiene la luz de su Esposo y debe disminuir, para que Él crezca.
Este es el modelo que Juan nos ofrece hoy, para nosotros y para la Iglesia. Una Iglesia que esté siempre al servicio de la Palabra. Una Iglesia que jamás tome nada para sí misma.
Hoy en la oración hemos pedido la gracia del gozo, hemos pedido al Señor de alegrar esta Iglesia en su servicio a la Palabra, de ser voz de esta Palabra, predicar esta Palabra.
Pidamos la gracia de imitar a Juan, sin ideas propias, sin un Evangelio tomado como propiedad, sólo una Iglesia voz que indica la Palabra… Así sea.