Sant 1, 12-18
La enseñanza de la carta de Santiago que hoy hemos escuchado, es muy importante. ¿Quién no ha estado o quién no está sometido a pruebas, a tentaciones, a dudas, a sufrimiento?
La síntesis del tema de hoy sería: «Dichoso el hombre que sufre la tentación porque después de superarla, recibirá… la corona de la vida».
Cuando estamos sufriendo la prueba, conscientes o inconscientemente, en forma expresa o sin palabras, se nos suscitan una serie de preguntas: «Si Dios es bueno, ¿por qué me manda esto que es malo?», «¿por qué me somete Dios a esta prueba?», «¿por qué Dios permite que tenga este tipo de tentaciones, especialmente penoso?» Dios es amor, decía San Juan, Dios es bondad absoluta; nos dice hoy Santiago: «Todo beneficio y todo don perfecto vienen de lo alto».
La prueba, como se ha dicho, «forma parte del designio de Dios, como fase pasajera y misteriosamente útil…» Todo es para mayor bien, para un acendramiento, para una purificación, y en último término, para una unión mayor con Cristo, que aceptó y tomó sobre sí todas nuestras miserias.
Mc 8, 14-21
Jesús se encuentra con la falta de entendimiento de sus discípulos. Jesús y los apóstoles están hablando en dos planos totalmente diversos.
Jesús los alerta contra la levadura de los fariseos y la de Herodes. Aquí «levadura» se entiende como fuente de impureza y corrupción. La palabra usada por Jesús se podía prestar a confundir la idea pensando que se trata de pan que llevara levadura. En realidad, Jesús los prevenía contra una religión más de ley que de espíritu, más de guarda de prescripciones que de caridad, contra un mesianismo político de poder y riqueza.
Los reproches de Jesús los podemos recibir también nosotros muchas veces.
Abrámonos a su acción. Acerquémonos a Él en sinceridad y humildad.