Mt 16, 13-19
Interrumpimos hoy los temas de Cuaresma, para acercarnos a la celebración de una fiesta del apóstol San Pedro que nos recuerda su misión: Pedro como garante de fe para sus hermanos.
Hoy es la fiesta del «Tu es Petrus», la memoria de la misión que Cristo confió a Pedro de ser el apoyo de sus hermanos. De ahí que la propia liturgia exalte la fe de Pedro como la roca sobre la que se asienta la Iglesia.
Pocas veces pregunta Jesús de modo tan directo, tan claro y sobre un tema tan candente. ¿Qué dice la gente que soy yo? Los apóstoles respondieron de modo diplomático. Unos que Elías, otros que uno de los profetas… Y después de escuchar diferentes respuestas, les preguntas directamente y vosotros ¿quién decís que soy yo? Pregunta básica e importante para aquellos discípulos y también para cada uno de nosotros. De la respuesta que demos sobre todo con nuestras obras más que con nuestras palabras, dependerá si realmente nos podemos llamar discípulos.
Pedro arrojado y decidido como siempre afirma tajante: » Tú eres el Mesías el Hijo de Dios vivo». Escuchando Jesús está respuesta lo alaba, le cambia el nombre como señal de nueva vocación y le encomienda una misión.
Pedro, muy humano, la asumirá con su propia vida y después de arrepentirse de su negación, incluso dará la vida por Cristo.
Es interesante recordar las mismas palabras que recogen su primera carta para darnos cuenta de su misión: » Me dirijo a vosotros como pastor y testigo de los sufrimientos de Cristo». Esta es la nueva misión de Pedro ser testigo de los sufrimientos de Cristo y convertirse en pastor. Con toda razón en la misma carta exige a los pastores de las comunidades que apacienten el rebaño de buena gana, no por ambición de dinero, cuestionamiento serio para todos los que de alguna forma tenemos responsabilidades frente a los fieles y exige una revisión de nuestras actitudes, sobre todo en estos días de Cuaresma que nos acercamos a la figura de Cristo Sacerdote.
Es una invitación a reconocer equilibradamente la misión del sacerdote. Hay que apoyar y ayudar a los sacerdotes en su misión.
La Iglesia es muy humana, así la fundó Cristo, pero todos somos Iglesia y tenemos que embellecerla con nuestro amor, con nuestra entrega y con nuestra oración.
Pidamos al Señor que su iglesia, junto con Pedro, sea fiel a la misión que le ha encomendado.