Martes de la XII Semana Ordinaria

2 Re 19, 9-11. 14-21. 31-35.36

El reino de Israel se dividió en dos reinos: el reino del Norte y el reino del Sur.  El reino de Norte cayó y su gente fue deportada.

Hoy escuchábamos la temible carta de amenaza de Senaquerib.  El rey había ido en campaña contra Palestina en el año 701 A.C.  Había ido tomando una a una las fortalezas de Judá y había ya mandado un ultimátum al rey Ezequias.  Este consultó al profeta Isaías y su respuesta fue: «Esto dice Yahvé: no tengas miedo por las palabras que has oído, con las que me insultaron los criados del rey de Asiria.  Voy a poner en él un espíritu, oirá una noticia y se volverá a su tierra y en su tierra yo le haré caer a espada».

Cuando el rey recibió el nuevo mensaje, llevó el texto al templo e hizo la oración llena de confianza que escuchamos.

Oímos igualmente la esperanzadora respuesta del Señor dada por boca de Isaías.  Cuando se pone toda la confianza en Dios, hay repuestas sorprendentes.

Ahora, Jerusalén fue salvada por la llegada de un ejército egipcio y por una epidemia de peste que diezmó a los hombres de Senaquerib y le obligó a levantar el sitio.

¿Tenemos esa confianza en el Seño?                 ‘

Mt 7, 6. 12-14

Con frecuencia encontramos en los evangelios pequeñas enseñanzas, pequeñas en su tamaño, no en su importancia.

Tal vez nos parece un poco cruda la comparación con perros y cerdos.  Jesús nos enseña la prudencia y la discreción en la presentación de las cosas santas ante aquellos que no las entenderían o que, necesitarían una gradualidad, una dosificación, pues la presentación inmediata de la cumbre desanima.

Nos repite Jesús la «regla de oro del trato común»: «traten a los demás como quieren que ellos los traten a ustedes».  Luego vendrá el mandato supremo: «como yo los he amado a ustedes».

La tercera enseñanza: «puerta estrecha», «camino angosto»; Jesús es muy realista, la entrega que El pide es exigente.  Pero… no hay otra puerta de salvación no hay otro camino de vida; la anchura y la amenidad de otras puertas y de otros caminos, es engañosa.

La palabra nos marca la vía, el sacramento nos da la fuerza para recorrerla…