Lunes de la VII Semana Ordinaria

Ecles 1,1-10

Hoy iniciamos la lectura de este libro especial llamado Eclesiástico.  Este libro escrito originalmente en hebreo, fue traducido al griego por un nieto de Ben Sirac, como se dice en el prólogo. El Eclesiástico, que escucharemos durante dos semanas, está situado en la corriente de pensamiento llamada de la Sabiduría y la lectura de hoy nos da plenamente la clave de este pensamiento al decir: “toda sabiduría proviene del Señor y está con Él eternamente”.

La sabiduría se nos muestra como una hechura de Dios, la primera de todas sus obras. Si la inteligencia no puede agotar el conocimiento de las cosas naturales, ¿cómo podrá captar el profundidad la sabiduría de Dios?

En los libros sapienciales se presenta una personificación de la Sabiduría, que es como un albor de revelación de la sabiduría personal, el Verbo de Dios que se encarnó en Jesús, la “Sabiduría del Padre”.

Mc 9, 14-29

Al bajar de la montaña, Jesús se encuentra a sus otros discípulos discutiendo con los doctores de la ley. No han podido curar al niño y el angustiado padre acude a Jesús. Y Jesús, reprende la poca fe de la gente y de los mismos discípulos.

En la conversación con el padre del niño, se ponen de manifiesto las dudas que el hombre tenía en el poder de Jesús. Pero el Señor, lo ayuda. El Señor ayuda la fe de ese hombre que quería creer. Y el hombre le suplica al Señor: Creo, Señor, pero ayuda mi poca fe.

Esa súplica es también, muchas veces, nuestra súplica. Siempre necesitamos que nuestra fe crezca…, sea aún mayor.  Ya en la casa, Jesús les explica a sus discípulos que esa clase de demonios sólo se expulsa por la oración. Jesús nos revela que no debemos poner la confianza en nuestras propias fuerzas, sino en el poder de Dios.

Jesús dejó a sus apóstoles y a su Iglesia, el poder de sanar. Muchos santos, han ejercitado ese poder. Pero muchas veces, los esfuerzos no son tan eficaces, porque confiamos más en nosotros que en el poder de Dios, o porque nos falta fe.

Nosotros también, como los apóstoles, tenemos poca fe, creemos poco… en el poder de la oración. Si entre nosotros, la fe fuera más viva, se multiplicaría el poder curativo de los sacramentos. Cuando crece la fe, se intensifica la oración y se multiplica y florece el poder de Dios.

Hoy vamos a pedirle al Señor con humildad que ayude a nuestra poca fe, y vamos a proponernos hacer más oración y confiar en el poder infinito de la oración.