
Hech 14, 5-17
Este pasaje nos muestra, por un lado, que no siempre la adversidad es algo negativo, sino que forma parte del misterioso plan de Dios. Es gracias a esta persecución que se desata en Iconio que Pablo y Bernabé predicarán el evangelio en otras ciudades.
Esto es importante recordarlo sobre todo cuando las cosas en nuestra vida no van como nosotros lo esperábamos, y más aún cuando por estas circunstancias nos vemos obligados a dejar un trabajo, una ciudad, o una asociación. Debemos siempre pensar que Dios nos está ahora brindando la oportunidad de llevar la buena nueva del Evangelio a otras comunidades, de llevar la alegría y la salvación a quienes aún viven en la oscuridad del pecado.
Por otro lado nos habla del peligro que tenemos de ser vencidos por la adulación de la gente que viendo nuestra vida y las obras que Dios realiza en y por nosotros, lleguemos a pensar que somos nosotros y que efectivamente somos merecedores de la gloria que solo pertenece a Dios.
Seamos, pues cautos y en toda obra buena que realicemos, demos siempre la gloria al único que le pertenece: a Dios.
Jn 14, 21-26
Hace exactamente un mes que hemos celebrado la fiesta del amor, el acto más amoroso que se ha podido dar en la tierra, el hecho más heroico que jamás aconteció: Dios que por amor a los hombres dio su propia vida en rescate por nuestros pecados, como nos dice san Pablo.
“Ámense los unos a los otros como yo los he amado”; es el nuevo mandamiento que sale del Corazón de Dios; no sale de la ley, ni de una prohibición. Sale de un reclamo de Cristo que quiere que le imitemos hasta dar nuestra vida por nuestros hermanos, porque así lo ha hecho Cristo muriendo en la cruz.
Muy cerca de nosotros está la Virgen María; nadie mejor que ella ha amado a Dios y a todos los hombres, pues por su amor en la Anunciación se convirtió en Madre de Dios, y por su amor en la cruz en Madre de todos los hombres; su amor ha sido tan grande que ni siquiera el pecado se ha atrevido a tocarla. La clave de todo está en el amor, donde se encuentra la paz, donde se encuentra la fortaleza en el seguimiento de la Voluntad de Dios.
Como dice san Juan: “Dios es amor”; por lo tanto si llevamos en nuestro corazón a Dios tendremos el verdadero amor, y la medida del amor a Dios está en el amor a nuestros hermanos, porque si no somos unos mentirosos, como dice Santiago.