Mt 5, 20-26
El cristiano, como nos lo muestra este
evangelio, es una persona con criterios mucho muy diferentes a los del mundo y
que va llevando un verdadero progreso en su conversión.
Y es que el cristiano no es solamente una
persona buena, que no mata, que no roba, que en suma, cumple la Ley de Dios, es
ante todo, un hombre o una mujer que está en búsqueda de la santidad… de la
perfección, para el cual no cabe ni siquiera el insulto para el hermano.
Cuando empezamos a
hablar en términos de justicia, muchas veces nos confundimos y acabamos
creyendo que justicia es lo mismo que venganza o resarcimiento.
Para Jesús justicia
tiene un sentido mucho más amplio porque brota de la misma esencia de Dios y está
en relación muy íntima como la verdad, no habla en términos judiciales ni de
venganza, sino que su palabra se refiere más a la profunda sintonía del
corazón, con la verdad, con su propia verdad, con su esencia misma y también en
su relación con Dios y con las demás personas vistas como hermanos.
Es triste cuando una
persona se retira de Dios, no se quiere confesar, no participa en misa, porque
tiene un resentimiento contra su hermano. Así, en lugar de buscar la
reconciliación, se alejan el único que le puede dar la verdadera paz.
Vista la justicia en
tono positivo, nos llevará a un gran compromiso de construcción de un mundo
nuevo.
Desgraciadamente
nosotros nos regimos más por las prohibiciones, por las limitaciones y las
negativas: No hagas, no digas, no mates, no robes. Un constante no que nos
agobia y limita. Jesús propone que nuestra justicia sea mayor que la de los
escribas y fariseos, ellos se limitan a llevar cuentas a la ley del talión, al
ojo por ojo, al diente por diente.
Mucho me temo que
nosotros hemos ido mucho más allá. Si me hiciste una ofensa te hago dos, si me
insultas te devuelvo doble insulto. La violencia crece y crece hasta acabarnos.
Jesús nos propone romper esa escalada de violencia y ponernos frente a Dios
Padre que ama a todos los hermanos.
¿Debemos tener nuestro
estamos en presencia de Dios? ¿Podremos exigir venganzas cuando Dios Padre
envía a su Hijo a rescatar y a amar a ese que nosotros quisiéramos que
estuviera casi muerto?
La cruz de Jesús, su
amor incondicional es la única respuesta que podremos encontrar para frenar la
cadena de la violencia.
Hoy pongámonos ante el
altar de Dios y miremos sinceramente si frente a la cruz de Jesús podemos
sostener nuestros deseos de venganza, de rencores y discriminaciones.