Col 3, 12-17; Lc 6, 27-38
Cuando alguien ha recibido una ofensa, cuando se siente herido en su interior, cuando ha sido traicionado, instintivamente busca la revancha y quiere el desquite, creyendo que esto le proporcionará paz, pero sucede todo lo contrario. San Pablo conoce bien sus comunidades y sufre cuando descubre las limitaciones y las divisiones que hay dentro de ellas.
En el breve pasaje que hoy escuchamos nos dice una razón para buscar la verdadera paz: “Dios os ha elegido a vosotros, os ha consagrado a él y os ha dado su amor”. Quien se sabe amado por Dios, quien se sabe elegido por Dios, quien experimenta cuánto amor le ha tenido Dios, puede encontrar una gran paz interior. De ahí brotan las consecuencias para nuestro actuar diario: “Sed compasivos, magnánimos, humildes, afables y pacientes”. Suenan a música estas palabras de Pablo. Son una invitación a ser personas que miran a los demás desde el amor que han recibido de Dios. Sólo alguien que se sabe amado puede tener estas cualidades. Pero San Pablo va mucho más allá y nos propone: “Soportaos mutuamente y perdonaos cuando tengáis quejas contra otro, como el Señor os ha perdonado a vosotros”.
La escalada de violencia sólo se vence con el perdón y el amor. La violencia intrafamiliar es uno de los graves problemas que estamos enfrentando, la agresividad de los hijos tiene su fuente en las actitudes de los padres. Si no hay cordialidad en el hogar, el niño crecerá siempre tenso y agresivo, siempre a la defensiva y buscando a quien herir.
¡Necesitamos vivir en el verdadero amor! Por eso San Pablo nos dice que sobre todas las virtudes tengamos el amor que es vínculo de perfecta unión. Y nos expresa su deseo: “Que en vuestros corazones reine la paz de Cristo, esa paz a la que habéis sido llamados como miembros de un solo cuerpo”.
En el Evangelio Cristo nos pone un ideal muy alto: “Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso”. Es la máxima preocupación del cristiano: parecerse a su Padre Celestial en el perdón, en el amor, en la misericordia. Entonces todo cambiaría.
Imaginemos que somos la imagen de Dios. ¿Qué rostro proyectamos?
Los consejos de San Pablo son muy prácticos, ojalá en este día los escuchemos y vivimos esa paz, y ese amor en nuestro entorno. Así podremos generar un ambiente mucho más sano y cristiano en nuestros hogares, en el trabajo y en las comunidades. La propuesta de Jesús transformaría nuestra vida.