Jueves de la XXXII Semana Ordinaria

Lucas 17, 20-25

Unos fariseos se acercan a  Jesús para preguntarle cuándo va a llegar el reino de Dios. El reino de Dios es esa sociedad de hombres y mujeres que nombran a Dios como el Rey y Señor de sus vidas. Ese reino de Dios ya ha empezado en nuestra travesía terrena, pero al lado de Dios hay otros reyes que llaman a la puerta de los corazones humanos para reinar en ellos, como el dinero, el prestigio, el placer… y de hecho reinan en bastantes corazones humanos, pero llegará un día en que solo existirá el reinado de Dios, lo que llamamos cielo. Todos los otros reyes desaparecerán de la esfera humana. En ese reino, en su segunda y definitiva etapa, solo reinará el Amor, solo reinará Dios. “Esta es la morada de Dios con los hombres. Pondrá su morada entre ellos y ellos serán su pueblo y él, Dios con ellos, será su Dios. Y enjugará toda lágrima de sus ojos, y no habrá ya muerte, ni habrá llanto, ni gritos, ni fatigas, porque el mundo viejo ha pasado”.

Lo cierto es que Jesús no responde con claridad a la pregunta de los fariseos: “Como el fulgor del relámpago brilla de un horizontes a otro, así será el Hijo del Hombre en su día”. Nos basta saber la promesa de Jesús de que el reino de Dios en su plenitud existirá.