Sábado de la XXXII Semana Ordinaria

Lucas 18, 1-8

Comienza el capítulo 18 del Evangelio de Lucas que se centra en una parábola “a contraste” en la que la lección que quiere transmitir es lo contrario del ejemplo expuesto; es la parábola del juez injusto que contiene una enseñanza muy expresiva sobre la necesidad de la perseverancia en la oración y sobre su eficacia, y muy particularmente en el contraste sobre la justicia que acaba ejerciendo el juez injusto ante la insistencia de la viuda.

Las parábolas ocupan un lugar extenso en los evangelios sinópticos y cautivan la atención de los oyentes, son textos aparentemente fáciles de comprender, adaptándose bien al público, aunque muchas de ellas es necesario interpretarlas para entenderlas.

Hoy nos propone la iglesia una parábola que nos invita a orar sin cesar, y la oración implica vencer la pereza, levantar los ojos a Dios en todas las circunstancias y, esto solo es posible si juntamos la oración con una vida cristiana coherente.

El Señor vincula la eficacia de la oración a la fe: la oración alimenta la fe y esta a su vez crece cuando se ejercita en la oración. Uno de los objetivos de la oración es el de mantener en nosotros la fe, la relación personal con Dios, como una cita entre personas que se quieren para mantener ese amor.

La oración conlleva apoyarnos en alguien, confiarnos a él, salir de nosotros mismos y abandonarnos a Otro. Estamos invitados a una oración repetida, constante, continua, obstinada; Dios no puede abandonarnos si nosotros no le abandonamos a él.

Esta parábola me hace pensar no tan sólo en la perseverancia en la insistencia sino en la escucha. El juez escucha la petición de la viuda y actúa. Y al escuchar esta parábola me pregunto, ¿cómo alimento mi fe, cómo es mi oración?

Los textos nos hacen reflexionar en el silencio necesario para la escucha y nos exhortan a aprender a escuchar para actuar con rectitud.