Miércoles de la V Semana de Cuaresma

Dan 3, 14-20. 49-50. 91-92. 95

Otra imagen profética de la Pascua.  Los tres jóvenes que hoy escuchamos: Sedrak, Mesak y Abenegó.

La narración nos presenta a tres jóvenes en el destierro que expresan con firmeza, que de por sí no se esperaría de su edad, la fidelidad de su fe que no doblegan ni los honores de los cargos a los que el rey los había exaltado, ni las amenazas de tormentos y muerte.

«El Dios al que servimos puede librarnos del horno encendido… y aunque no lo hiciera… de ningún modo serviremos a tus dioses…».

Es un ejemplo para los demás desterrados en Mesopotamia.

Jn 8, 31-42

La polémica entre Jesús y los dirigentes judíos se va haciendo cada ve más fuerte.

Tres puntos de controversia escuchamos hoy.

A la palabra de Jesús: «La verdad los hará libres», los judíos replican con un optimismo muy patriotero: «Nunca hemos sido esclavos de nadie»; aunque muy objetable la afirmación bajo el punto de vista histórico, Jesús se refiere a otro tipo de esclavitud, la del pecado.  ¿Estamos tratando de buscar esa verdadera libertad?

El otro punto es el de la salvación por pertenecer a un pueblo, a una raza, a un grupo determinado: «Somos hijos de Abraham».   Jesús puntualiza que esa filiación se debe mostrar en las obras.  Abraham es el padre en la fe, que demostró sobre  todo en su fiel obediencia a Dios.

El último punto está centrado en el mismo Jesús.  Él es el enviado del Padre, su Hijo único: «Si Dios fuera su Padre, me amarían a mí».

Mi título de cristiano, seguidor de Cristo, unido a Cristo, ¿se está quedando en título o se está encarnando en mi vida?