Sábado de la I Semana de Adviento

Is 30, 19-21. 23-26

Estamos ya terminando la primera semana de Adviento.  Cada día las lecturas bíblicas nos van dando aspectos distintos del atractivo y de las condiciones de nuestro caminar hacia el Señor que viene.

Nuestro guía primero, el profeta Isaías, con imágenes llenas de relieve y belleza, nos va alentando al mostrarnos el panorama de la salvación.

Hoy, con una imagen doble, contrapone «el pan de las adversidades y el agua de la congoja»,  al nuevo pan y a la nueva agua de la abundancia y la felicidad.  Hasta en los montes altos y en  las colinas manará el agua, el «pan será abundante y sustancioso».  El Señor se hará patente, «tus ojos lo verán».

La imagen de la luz que da la vida no falta.  La luna irradiará como el sol, el sol como siete días en uno: relacionemos estas imágenes con su cumplimiento en Cristo y con el cumplimiento definitivo que esperamos.

 Mt 9, 35–10, 1. 6-8

El Señor se hace patente, su misericordia salvífica se manifiesta.  Cristo va predicando la Buena Nueva y manifestando su salvación en las maravillas que va operando.  A las multitudes «extenuadas y desamparadas como ovejas sin pastor» corresponde la compasión del Buen Pastor.

Pero Jesús confía la extensión y la secuencia de su obra salvífica a los suyos.  Los discípulos, y no sólo los contemporáneos, sino todos los que seguirán son enviados a continuar la obra: «Vayan en busca de las ovejas perdidas…»

Se capta la angustia del Señor, que debe ser la nuestra, ante lo grande del trabajo y la pequeñez numérica de los operarios.  «Rueguen al dueño de la mies que envíe trabajadores».  ¿Nos sentimos implicados en este envío, nos sentimos corresponsables en esta misión?