Jueves de la II Semana de Adviento

Is 41, 13-20

Seguimos escuchando el libro de las consolaciones.  Son palabras de Dios dirigidas a nosotros, en nuestro hoy y en nuestras circunstancias.  Aunque proclamadas hace muchos siglos, son palabras de Dios como lo hemos afirmado al terminar la lectura, y por ser palabra de Dios tiene una perennidad y una actualidad siempre presentes.

Al comenzar nuestra caminata de Adviento considerábamos que para realizar un viaje se necesitan tres cosas: primero,  el interés por la meta.  Si no hay algo que amamos, que nos interesa, jamás caminaremos.  Segundo, el saber de algún modo por dónde ir, un mapa, una agencia turística o, mejor, alguien que con su experiencia, no ayude a saber el camino.  Y tercero, el medio de avanzar, tal vez a pie, a caballo, en un vehículo.

La Iglesia tiene esto en cuenta, por eso nos va presentado a Cristo y su salvación y luego nos da la guía segura de algunas personas que prepararon la venida histórica del Señor: los profetas, Juan el Bautista, la Santísima Virgen María.

Mt 11, 11-15

Desde el domingo nos aparece Juan el Bautista y hoy la afirmación del Señor que nos desconcierta.  ¿Qué Juan no es del Reino de los Cielos?  Lo que Jesús quiere enseñarnos es que el cumplimiento es más grande que la promesa y la realidad más que la imagen.

Juan es el eslabón que une una etapa a la otra.  En la traición judía estaba que un profeta, Elías, el mayor, abriría las puertas al Mesías que llegaba.  Este profeta es Juan el Bautista, el testigo del Señor.

Vivamos nuestra Eucaristía a la luz de la palabra proclamada y comentada.