Santos Timoteo y Tito

Mc 4, 26-34

El amor contagia, la pasión por el Evangelio también.  Cómo es importante la relación de las personas.  Al reunirnos con personas que viven el Evangelio, fácilmente podremos también enamorarnos nosotros de la Palabra de Dios.  Al hacernos amigos de los poderosos, de los ricos y de los amantes del dinero, también empezaremos nosotros a tener esas preocupaciones y prioridades.

Jesús utiliza imágenes que para el pueblo son conocidas. Todos habían experimentado la alegría de sembrar. Sembrar es despertar la esperanza aún con los riesgos de un mal tiempo o las adversidades que pueden dañar la planta. Sembrar es querer cambiar el destino y forjar un mundo diferente. Sembrar es tener confianza en la tierra que recibe la semilla.

Si hoy nos fijamos en esta bella imagen descubriremos la gran confianza que nos tiene nuestro Padre Dios que pone en nuestro corazón su Palabra esperando con ilusión que dé fruto. No se fija en si somos buenos o malos, simplemente a todos nos da la oportunidad de recibir esa palabra, hacerla germinar y dar fruto.

Los frutos en el contexto bíblico desde el Primer Testamento, están relacionados directamente con la justicia y la actitud hacia los hermanos. No se puede decir que se recibe y asimila la palabra cuando no produce frutos de comprensión, armonía, reconocimiento y amor por el hermano.

La parábola de este día nos insiste en la necesidad de dar frutos y los obstáculos que se pueden encontrar para hacer germinar esa semilla. Son las dificultades reales del tiempo de Jesús pero también son las dificultades reales de nuestro tiempo: la superficialidad que no permite la entrada al corazón, que se queda por encimita, que aparenta solamente una postura; la inconstancia, la falta de perseverancia, la facilidad con que se cambia de ideales y se dejan los verdaderos valores que sostienen la propia decisión; las preocupaciones de la vida y el excesivo apego al dinero que ahogan y hacen estéril la palabra.

Son problemas actuales que debemos tener muy en cuenta para poder dar fruto.

Finalmente, con un aire de optimismo, nos presenta a quienes dan fruto. La alegría no se cimenta en la cantidad, sino en que se ha dado fruto.

Que hoy sea una ocasión para reflexionar cómo estamos dando fruto y cuáles son las dificultades que tenemos para recibir y hacer vida la palabra.

Pidamos al Señor, que por intercesión de San Timoteo y Tito, nosotros seamos también esos evangelizadores audaces y valientes que el Señor espera de cada uno de nosotros.