Viernes de la II Semana de Cuaresma

Gén 37, 3-4. 12-13. 17-28

Como una figura profética que apunta al Señor, José es traicionado y vendido, como él es apresado y como él se convierte en salvación y vida.

José era objeto de la envidia y del rencor de sus hermanos, era el favorito de Jacob por ser el hijo de su esposa más amada, Raquel.  Jacob le había regalado una túnica multicolor.  José había contado a su padre y hermanos el sueño de las gavillas y el de los astros que predecía su grandeza.

Sabemos cómo luego José, liberado y exaltado hasta ser hecho administrador de los bienes de Egipto, será salvación de su familia y de su pueblo.

Mt 21, 33-43.  45-46

La figura era muy clara y despertó las iras de los sumos sacerdotes y los fariseos.

Nosotros podríamos oír esta parábola y aplicarla solamente a la historia de Cristo: el hijo, sacado del viñedo y muerto, y sentirnos nosotros el pueblo que sí da frutos.

Pero puede tener una aplicación a nosotros, a nuestra comunidad.  Somos al mismo tiempo el viñedo que debe producir buenos frutos y los viñadores que deben dar esos frutos al dueño, al verdadero Dueño.

¿Estamos produciendo esos buenos frutos?, ¿cómo tratamos a los que, de parte del Dueño, nos piden lo que a Él le toca?

Recibamos esta Palabra de Dios como un llamado más del Señor en nuestro camino cuaresmal hacia la Pascua.