Lunes de la IX Semana Ordinaria

2 Pe 1, 2-7

Hoy y mañana, el Señor nos ilumina con la segunda carta de san Pedro, escrita a fines del siglo primero.  Muy probablemente no es de Pedro, el primero de la lista de los Doce, pero al ser recibida y transmitida por la Iglesia, es para nosotros Palabra de Dios vivificante.

Nos recuerda Pedro ya desde el saludo introductorio, el don maravilloso de la fe y de la salvación.  La misma vida divina comunicada por Nuestro Señor Jesucristo es la que se nos entrega.  El autor dice «justicia» pero sabemos lo que esto quiere decir en el lenguaje bíblico, esta santidad que Dios nos da, en nosotros se tiene que convertir en realidad muy práctica.  La vida es dinamismo, es acción, es pensar, conocer, reaccionar, comunicarse, actuar.  Por esto, el contraste que debe manifestarse día a día ente la «corrupción que las pasiones desordenadas provocan en el mundo» como dice el autor, y la serie de pasos que nos propone, que no son otra cosa que «participar de la naturaleza divina».  Sería bueno que, personalmente releyéramos y meditáramos la serie de pasos propuestos que desembocan  en la caridad, el amor de Dios en nosotros.

Mc 12, 1-12

Los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos interrogan a Jesús sobre su autoridad por haber arrojado a los mercaderes del templo.  Jesús había eludido la respuesta pidiéndoles a su vez su juicio sobre el bautismo de Juan.  Ellos no respondieron.  Jesús dice entonces la parábola que escuchamos.

En la Escritura, el pueblo de Dios había sido comparado a una viña, objeto de los cuidados amorosos de su dueño.  En esta parábola el centro de atención no es tanto la viña, sino los viñadores, es decir los responsables.

Los jefes del pueblo de Israel, como lo escuchamos, entendieron que a ellos se aplicaba la parábola.

Nosotros también, si sólo la aplicamos a la situación histórica del rechazo y muerte de Cristo, cerramos el libro y nos quedamos tranquilos.

Pero la parábola también puede haber sido dicha por nosotros como comunidad, como personas.  ¿Cuál es nuestra reacción cuando Dios, por medio de alguien, un dirigente de la comunidad, un hermano, especialmente alguien que consideramos menor, nos pide frutos de la viña?

Recibamos la Palabra y con la fuerza vital del Sacramento, demos siempre frutos verdaderos de caridad.