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Heb 12, 4-7. 11-15
Una de las enseñanzas más fabulosas que Jesús hizo fue el decirnos que Dios es «papá». Cuando uno, con la ayuda del Espíritu Santo llega a entender lo que esto significa se abre delante de nosotros un nuevo horizonte de comunicación y relación con Dios. Dios es y se porta como un verdadero papá, por ello, como nos lo dice hoy el autor de la Carta a los Hebreos, «nos corrige». El problema en nuestros días es que hoy, por el influjo de los psicólogos, muchos de los padres modernos no corrigen a sus hijos, dejándolos hacer todo cuanto quieren. Les ofrecen castigos que no cumplen, con lo que el hijo se vuelve desobediente y grosero, sin temor a nada ni a nadie.
Esto hace que nosotros quisiéramos también de Dios este trato: que nos dejará hacer lo que queramos, sin importar, ni su ley, ni su persona. Dios no es así y por ello, con amor, nos corrige, como lo hizo con su hijo Israel, quien a pesar de la continua invitación a vivir de acuerdo a las normas de la «casa del Padre» se mostró desobediente y rebelde. Ante la corrección de Dios, lejos de reprochársela, démosle gracias porque en ello nos muestra cuanto nos ama y, aprendamos de él para que nuestros propios hijos puedan ser formados en la obediencia, el respeto y el amor.
Mc 6, 1-6
Quienes en el evangelio se describe como los hermanos de Jesús, de acuerdo como se usaba la palabra hermano en el pueblo de Israel, son sus parientes y paisanos de Nazaret. Como Jesús nunca hizo cosas extraordinarias entre ellos, se extrañaban de lo que se decía, de su actuación en otros lugares y de que ya fuera famoso. Creían conocerlo, pero en realidad no lo conocían: muchas veces nosotros también creemos conocer a nuestro prójimo pero la mayoría de las veces no es así. Y esto pasa sobretodo, cuando tenemos que reconocer en los que nos rodean, virtudes o cualidades buenas.
La gente que escuchaba a Jesús dice: “¿Y qué pensar de la sabiduría que ha recibido?” Jesús recibió toda su educación humana de María, de José y de sus paisanos de Nazaret. De ellos recibió la Tora y la cultura de su pueblo. Pero también el Padre le comunicaba su Espíritu para que experimentara la verdad de Dios en todas las cosas.
Si hay un lugar donde un profeta es despreciado, es en su tierra… Durante el tiempo en que Jesús vivió en medio de ellos, nunca manifestó algún don especial, y tal vez no lo habían designado para ningún cargo en la comunidad de la sinagoga. Si desde ya muchos años se habían acostumbrado a tratarlo como a uno de tantos, ¿cómo le iban a demostrar ahora respeto o fe?
Como decíamos, nos puede pasar a nosotros también hoy, que no reconocemos las virtudes o los méritos entre los que nos rodean, y tenemos tendencia a quedarnos falsamente impresionados por todo lo que nos viene de afuera sin apreciar lo que está a nuestro alrededor; creemos que sabemos ya todo lo que nos puede enseñar este o aquel y despreciamos las enseñanzas o experiencias de algunos porque la etiqueta que les pusimos en su día nos indica lo contrario.