Jueves de la IV Semana de Cuaresma

Ex 32, 7-14

Hace tiempo pude ver una obra musical: «El diluvio que viene».  Dios ve el mal que hay en la tierra y decide «comenzar de nuevo».  Enviará un diluvio que destruya a toda la humanidad y escoge a los habitantes de una pequeña aldea y a su párroco para que se salven en un arca y sean el comienzo de una nueva humanidad.  La experiencia del mal en nosotros mismos, en nuestro rededor, el mal social sobre todo, nos lleva a impulsos de renovación y, a veces más fácilmente que por un cambio gradual de conversión, quisiéramos un cambio radical, algo que me transforme como una vara mágica, o  destruya para dar oportunidad de que algo mejor se desarrolle.

Hoy vimos a Dios amenazante primero, pero que luego «cambia de idea» por ruegos de Moisés.

Moisés no es sino una pequeñísima manifestación de la misericordia siempre perdonadora y salvadora de Dios.

Jn 5, 31-47

La palabra clave de la lectura evangélica de hoy es: “Testimonio».  Jesús presenta sus testigos.

1.-Las Escrituras: «ellas son las que dan testimonio de mí»; «Dios, que había hablado antes por los profetas, en estos últimos tiempos nos ha hablado por su propio Hijo».

2.-Juan el Bautista, el más grande y último de los profetas: «Yo no lo conocía pero el que me mandó a bautizar con agua me dijo: sobre quien veas que viene el Espíritu Santo, ese es; yo lo vi y doy testimonio»; «ese es el que quita el pecado del mundo».

3.-Y el supremo testimonio: su Padre.  De Él viene El mismo, de Él viene su misión, su poder, la vida que quiere comunicar.

Pero está también el testimonio negativo, la acusación contra los que no aceptan esos testimonios sobre Cristo.

Recibamos el testimonio, demos nuestro testimonio.