Miércoles de la XXIX Semana Ordinaria

Ef 3, 2-12

Hemos oído a Pablo hablar de que se le dio a conocer el «designio secreto»,  de Dios sobre la salvación de los paganos.  Ese «designio secreto» es  el plan eterno de salvación escondido en Dios pero que es maravillosamente comunicado, revelado.

Este es el misterio revelado: todos los hombres son llamados a la unidad en Cristo.

Este es el plan de Dios, y Pablo es el principal encargado de revelarlo.

A nosotros, a cada quien según nuestra propia vocación, se nos encarga manifestar este plan de salvación, irlo haciendo realidad en nosotros y en nuestro entorno.

Lc 12, 39-48

Seguimos escuchando la enseñanza del Señor sobre la actitud de vigilancia amorosa.

La oración eucarística, expresa esta actitud de espera activa y alegre: «mientras esperamos su venida gloriosa», «en la esperanza del día feliz de su retorno», «ven, Señor Jesús»,  y hay todo un tiempo del año litúrgico, el Adviento, que es un ejercicio de esta actitud que debería ser típica del cristiano.

La intervención de Pedro hace que el Señor dirija su enseñanza especialmente hacia los que tienen un ministerio o servicio a la comunidad, que no es otro fin el que tiene el haber sido puesto «al frente»  de la comunidad.

Al final de la segunda parábola oímos cómo el Señor marca dos criterios de responsabilidad mayor o menor: el mayor o menor conocimiento de la «voluntad de su amo» y el mayor o menor don que se ha recibido o la mayor o menor realidad que se le ha confiado.

Repasemos estas enseñanzas de Cristo, y apliquémoslas a nuestra situación personal y comunitaria.